Minutos antes de tocar en Mephisto (yo era el letrista). 22/4/2012, gran noche para MADAM HITE

Mi gran tragedia personal se esquematiza en una absoluta carencia de talento musical; el amor que siento por la música solo puede medirse en escala cósmica.

Desde niño, los pensamientos se me han articulado acompañados de sonidos y colores. Esta característica personal tiene doble filo: o me apasiono en lo que hago (¡suena la música!) o me aburro y desconecto.

Cuando juego al ajedrez escucho divertidas y veloces sinfonías. Nota a nota. Eso sí, solo cuando «estoy en la partida» y consigo evadirme del cálculo. Así, «navego la posición». ¡No sé explicarlo de otro modo!

Las sinestesias

Algo análogo a lo musical me sucede con los colores. Las emociones, fuera del ámbito de las palabras, se expresan en tonalidades muy definidas. Esto no sucede constantemente: solo cuando pienso en cosas que me importan. También, cuando estoy en mi mundo (los que me conocen bien saben que soy extremadamente despistado). Comienzo el segundo tramo de mi vida y entiendo que afecta a mi forma de escribir mas, a riesgo de ser demasiado honrado, no sé juntar letras de otro modo.

Esta manera de procesar la información tiene sus inconvenientes. Fui un niño del que se esperaron proezas académicas y ni pude acabar la carrera. Me quedé en un hombre promedio, pero con la capacidad de soñar intacta.