Coescribir esta obra, a propuesta de mi amigo Pere Monràs, fue una ventana abierta al mundo durante los confinamientos por la pandemia de COVID-19. Escribimos juntos, desde nuestros respectivos hogares, lo que fue para mí un aprendizaje profundo sobre las ideas de Pere, resultando de ello la obra fundacional del Biomimetic Sciences Institute. Que nuestro mutuo amigo, el artista Agustí Puig, realizase las ilustraciones y que el académico de Stanford Pablo Villoslada nos prologase fue, además de un privilegio, la encarnación de un sueño.

Autores: Pere Monràs Vinyes & Jorge I. Aguadero Casado

Prologuistas: Pablo Villoslada (Stanford University), Narciso Berberana

Ilustraciones: Agustí Puig

Editorial: TEELL

ISBN: 978-84-16511-39-6 tapa dura

ISBN: 978-84-16511-44-0 tapa blanda

Formato en centímetros: 17×21

Encuadernación: Rústica con solapas.

Número de páginas: 319

“Del error al asombro” (subtitulada “El encuentro entre la ciencia y la cultura”) es una obra de filosofía de la ciencia que nos propone un cambio de paradigma, poniendo en valor los intangibles como fuente de conocimiento. Pere Monràs y Jorge I. Aguadero Casado anticipan la visión esperanzadora que ha de llevarnos a superar modelos tradicionales obsoletos, proponen una búsqueda del conocimiento en la interrelación entre los elementos que comparten ecosistema, hallando valor añadido en la conexión que media entre las partes.

El pensamiento de los autores toma forma en el campo de la biomimética, el conocimiento bioinspirado. Parten de la tesis germinal de que la naturaleza lleva 3.800 millones de años mejorando mediante el error en pos del progreso. Somos naturaleza, los recién llegados al planeta, una especie adolescente (200.000 años). ¿Estamos aprendiendo de ello?

Este libro, fundacional del Biomimetic Sciences Institute, no es una obra narrativa. “Del error al asombro” quiere contribuir a integrar la crítica rigurosa del pasado para imaginar un futuro no lineal. Con ello, aumentar la lucidez y el gozo del presente, en todos los planos de la Casa Grande donde vivimos.

A tal efecto los autores cuentan con el apoyo inestimable de personalidades del mundo científico y del empresarial. Destacan los prologuistas Pablo Villoslada (profesor e investigador neurocientífico en la Universidad de Stanford) y Narciso Berberana (consejero de Aigües de Barcelona).

Merece mención especial la contribución a la obra del prestigioso artista Agustí Puig, quien ilustra las páginas del libro con obras hechas con este propósito. Se trata de un lenguaje pictórico de manufactura vigorosa, de blancos y negros que evocan al lector reminiscencias del origen de la vida y propician la reflexión sobre esta. Después de las últimas eras, de la fe y de la razón, llega la era del descubrimiento de lo intangible por el asombro. “Si no creo, no veré”. ¿Estamos preparados para sumar la lógica sensorial a la racional y a la relacional?

Prólogo de Pablo Villoslada (Stanford University)

Las personas buscan explicaciones sencillas, pero el mundo es complejo y se resiste a nuestra comprensión. La Ilustración fue la consagración de la razón como fuente de conocimiento y de verdad, frente al pensamiento mágico y religioso previo. Los posteriores desarrollos y éxitos en ciencia, tecnología, economía y política con la Revolución Industrial y el nacimiento de las democracias consagran ese papel y sientan las bases de nuestro mundo actual que ha derivado a un modelo capitalista-consumista que, imperfecto, ha permitido el avance del desarrollo económico, bienestar y democracia a gran parte de la población mundial. El ser humano tiene una especial sensibilidad por las noticias negativas y alarmantes, amplificadas por los medios de comunicación para asentar su negocio, y por tanto tenemos continuamente la impresión de que la humanidad está al borde de la guerra y el desastre global. Sin embargo, la realidad es que siglo a siglo, desde la Ilustración, observamos una mejora en los niveles de vida, seguridad y desarrollo personal tal como nos muestran el profesor Steven Pinker en su libro “La defensa de la Ilustración” o el análisis de la situación económico-sanitaria que revisa Hans Rosling en su obra “Factfulness”. Sin embargo, a los miedos y realidades a las que nos hemos acostumbrado en el siglo XX (guerra fría entre potencias, guerras regionales, terrorismo o crisis económicas), el siglo XXI se nos presenta con nuevos retos de una complejidad desconocida para la población general y que solo había sido abordado a nivel académico en círculos reducidos (por ejemplo, en el Instituto Santa Fe de Sistemas Complejos en EE. UU.). La globalización, el cambio climático, la inteligencia artificial, la biotecnología, la sostenibilidad de los recursos del planeta, los modelos económicos de crecimiento, el papel dominante de entidades no-gubernamentales supraestatales (como la Unión Europea, OCDE) o multinacionales (empresas tecnológicas) frente al modelo del estado como referencia, son problemas de tal complejidad que la mayoría de la población ya ni siquiera reacciona con miedo, sino con suspicacia, y busca en las teorías de la conspiración y populismos soluciones entendibles que les restauren el confort y la confianza en que nada va a cambiar.

          Es llamativo cómo, siendo nuestro cerebro un sistema de memorias para predecir el futuro y adaptarse al cambio constantemente, sin embargo crea herramientas de pensamiento lineal como son el yo (autobiografía), la lógica, las intuiciones sobre causa-efecto y las relaciones interpersonales a nivel de grupos pequeños (“nosotros”), que dificultan enormemente entender el mundo complejo en el que nos tenemos que desenvolver actualmente. Está claro que nuestro cerebro es fruto de la evolución y, en este sentido, ha sido un éxito en la adaptación del ser humano en grupos pequeños que le ha permitido alcanzar a colonizar todo el planeta y, pronto, más allá. Los cambios que estamos comentado solo han ocurrido en los últimos 300 años, un instante del tiempo en el que la escala de la evolución no puede operar y, por este motivo, nos encontramos perplejos y desnudos cognitivamente ante los retos y cambios actuales.

          Ante estos cambios hay multitud de reacciones que han generado nuestras sociedades, desde movimientos políticos como el populismo o los partidos extremistas, a movimientos ecologistas, filosóficos, identitarios, etc. Si bien durante la Revolución Industrial se criticó a la tecnología como la culpable de parte de los males de la sociedad (por ejemplo, la destrucción de los telares industriales ingleses por los luditas o las críticas de las organizaciones ecologistas al aumento tecnológico de la capacidad extractiva y destructiva del medioambiente), la ciencia ha mantenido su prestigio y se ha consolidado como la fuente de verdad, de avance de la humanidad y de desarrollo económico. Podemos decir que la sustitución del pensamiento mágico por la ciencia, como marco conceptual para entender el mundo y la sociedad, es el gran éxito de la Modernidad. Y, tal vez, el mejor ejemplo y logro haya sido la creación de Wikipedia como el recopilatorio de “casi” todo el conocimiento que ha generado la humanidad, con elevado grado de calidad, sin sesgos reseñables, y accesible a la mayoría de los habitantes del planeta desde un pequeño dispositivo electrónico que llevamos en el bolsillo o tenemos en casa. Sin embargo, observamos con preocupación que las nuevas dinámicas de las redes sociales, pareadas con los movimientos populistas, comienzan a cuestionar de forma sistemática la validez de la ciencia como fuente de verdad. Aunque dichas dinámicas son minoritarias, son muy activas y tienen mucho eco en los medios, aumentando aún más el nivel de confusión y perplejidad de la sociedad de 2021.

          Frente a este cambio social profundo, ¿qué respuestas podemos encontrar? Fundamentalmente sería “más ciencia”, para aumentar nuestro conocimiento de la naturaleza, nuestro mundo y nuestra sociedad. Pero sería una “nueva ciencia”, en el sentido de que no genere nuevamente tecnologías que sean extractivas, agresivas con la naturaleza, que creen problemas globales de tal escala que se escapen del control de nuestros pequeños grupos e incluso del control de los Estados. Está claro que la ciencia nunca ha sido el problema, dado que simplemente crea conocimiento y es capaz de autocriticarse y actualizarse constantemente, sino que hemos sido los humanos, en la manera en que hemos aplicado ese conocimiento y tecnología en nuestra sociedad y economía, la que ha causado múltiples problemas. El ejemplo más evidente es el conocimiento científico de la física de partículas que ha creado la tecnología de la energía nuclear, aportando una de las formas de energía más potente y sostenible (y actualmente segura) y, por el contrario, creando el riesgo de la guerra nuclear, que aún persiste. Dentro de este nuevo resurgir de la ciencia para ayudar a la sociedad a abordar los nuevos retos con una visión de sostenibilidad y humanidad, un enfoque prioritario y efectivo es la biomimética. Como nos proponen Pere Monràs y Jorge I. Aguadero Casado en este nuevo libro “Del error al asombro”, la biomimética se propone no solo como un paradigma de conocimiento para aprender de la naturaleza y encontrar soluciones tecnológicas a nuestros problemas, sino como un marco holístico de entendimiento del papel del ser humano en la naturaleza y en la sociedad, que permita desarrollar sistemas sociales y económicos más amables con el ser humano y la naturaleza, evitando la confrontación y buscando la cooperación.

          La biomimética surgió a partir de los trabajos del biofísico y matemático Otto Schmitt a mediados del siglo XX, aunque intuitivamente estaba implícita en múltiples descubrimientos científicos y tecnológicos desde el Renacimiento. Desde entonces, esta aproximación científica se ha ido consolidando con derivadas como la biosimilitud e incluso la biónica, popularizada en la ciencia ficción (cyborgs). La biomimética se define como la emulación de los modelos, sistemas y elementos de la naturaleza para resolver problemas humanos. Dado que está basada en cómo la evolución ha encontrado soluciones a problemas que la naturaleza planteaba a los seres vivos, la aproximación biomimética requiere una perspectiva evolutiva de los problemas y una aproximación desde la teoría de los sistemas complejos para poder ayudar a resolver los problemas de gran escala de la humanidad.

          Pere Monràs y Jorge I. Aguadero Casado nos proponen en este libro un nuevo concepto de biomimética, más holístico e integrador. Basado en la experiencia profesional de Pere Monràs, primero como médico oncólogo y después como experto en gestión sanitaria (habiendo sido el creador de la Corporació Sanitària Parc Taulí de Sabadell), proponen una visión “bioinspirada” en la naturaleza que vaya desde el individuo al grupo y de ahí al sistema (organizaciones y sociedad). Su propuesta biomimética es una “educación para la vida” que incluya la evolución, sistemas complejos, diversidad, generación de conocimiento, conciencia, desarrollo orgánico y transformación social. Esta visión requiere una especial sensibilidad con la interrelación entre los sistemas y las personas, así como tener siempre presente los intangibles (o propiedades emergentes en los sistemas complejos). Un principio clave en la aproximación biomimética es que la imitación de las soluciones que ofrece la naturaleza es la adecuada porque “la vida es la solución correcta”. Esto conlleva implicaciones más allá de la innovación y la tecnología, dado que busca un comportamiento humano y como sociedad que sea más justo y sostenible. Y es por este motivo que la biomimética busca la integración de ciencia y cultura como una forma de generación de conocimiento y de adaptación a la naturaleza. Por tanto, busca abandonar la visión antropocéntrica del universo y propone al ser humano como un elemento más de la naturaleza y no como el culmen de la evolución.

          Me gustaría aquí recordar otra visión holística generada en los años 70 por Humberto Maturana y Francisco Varela bajo el concepto de “Autopoiesis”. Los sistemas autopoiéticos propuestos por Maturana y Varela son sistemas que se autorregulan y se reproducen, al tiempo que evolucionan y crean nuevas soluciones. Si bien inicialmente su propuesta de autopoiesis se reducía a la escala molecular para explicar la vida, posteriormente lo generalizan a todas las escalas de la naturaleza, como la cognición humana, sistemas complejos, arquitectura o sociología. La autopoiesis va más allá que la autorregulación de los sistemas complejos en el sentido de que crea conocimiento, es autónomo y cerrado, pero acoplado con el medio. Esta idea fue posteriormente aplicada a la sociología por Niklas Luhmann en su teoría general de sistemas.

          Otro marco de referencia relevante para el nuevo papel de la biomimética son los avances en la comprensión de cómo funciona el cerebro humano y crea nuestra mente, conciencia y biografía. Como comentamos al principio, el cerebro es un sistema masivo de memorias que crea modelos de la naturaleza desde los cuales predecir el futuro para guiar nuestro comportamiento y aumentar la probabilidad de sobrevivir. Es por esto mismo que el cerebro es un sistema probabilístico, y por tanto ni determinista ni aleatorio. Constantemente hace predicciones de probabilidades y las ajusta en función de los resultados que es capaz de monitorizar. En este proceso de creación de modelos del mundo real, tal como explica Jeff Hawkins en su libro “Mil Cerebros”, es donde el cerebro crea de forma emergente propiedades que definimos como esencialmente humanas, como son nuestro Yo (autobiografía), nuestra percepción de libertad (el libre albedrío no existe de forma absoluta en el cerebro, dado que las decisiones están mediadas por nuestras memorias y cálculo de probabilidades) o la consciencia. Sin embargo, tales propiedades profundamente humanas son invenciones o creaciones de nuestro cerebro, no son absolutas o inmutables. Se ha demostrado que nuestro cerebro retoca las memorias biográficas para dulcificarlas y, así, hacernos más llevaderos los traumas de la vida o que nuestra consciencia solo monitorice menos del 10% de la actividad de nuestro cerebro. Nuestro cerebro no puede conocer directamente el mundo externo, sino que tiene sistemas sensoriales que le informan y, con ellos, se hacen modelos representacionales (del propio cuerpo, del espacio, de las relaciones sociales, del lenguaje, etc.). Por tanto, esto crea el problema de que el cerebro no puede conocer la verdad absoluta de la naturaleza y de lo único que puede estar seguro es de que existe y tiene consciencia. Este dilema filosófico se resuelve de forma pragmática por la consistencia de las experiencias y la creación del conocimiento humano. En otras palabras, por la validación del método científico como paradigma para crear conocimiento humano.

El cerebro humano está organizado en varios ejes. El primero y más importante sería el eje cerebro primitivo (o reptiliano, alojado en el tronco cerebral) vs. el neocórtex (los hemisferios cerebrales). El cerebro primitivo funciona con decisiones rápidas mediante instintos básicos y emociones buscando la supervivencia del individuo, mientras que el neocórtex desarrolla el razonamiento, los sentimientos y los modelos del mundo que nos permite adaptarnos y crear una sociedad, pero que no nos permitiría sobrevivir como individuos. Este diseño crea numerosos conflictos entre lo que deseamos a nivel individual (placer) y lo que consideramos que es bueno a nivel social (felicidad). Otro eje relevante es el cerebro anterior (motor y conducta) vs. posterior (percepción y sensorial). Este eje crea el ciclo de acción-percepción bien descrito por el profesor Joaquín Fuster en su libro “Córtex y Cerebro”. El ciclo de acción-percepción, que nuevamente no es determinista (arco reflejo), adecua las conductas en función de la información que recibe nuestro cerebro de las consecuencias de nuestras acciones o cambios del medio y, para ello, emplea nuestros modelos del mundo con un cálculo probabilístico. El más conocido es el eje derecho-izquierdo, en el que lenguaje (literatura) y lógica predominan en el hemisferio izquierdo y el derecho regula la percepción visuo-espacial y la creatividad (artes plásticas). Estas simetrías o ejes del cerebro se han desarrollado durante la evolución (sin ninguna finalidad, como toda solución evolutiva) y han permitido al ser humano comprender mejor el mundo y adaptarse. Pero esto no quiere decir que nuestro modelo del mundo y nuestras herramientas de adaptación sean excelentes, ni tan siquiera buenas, sino que son lo suficientemente útiles para habernos traído hasta aquí.

El reto actual es superar nuestras limitaciones humanas y, para ello, contamos con la cultura, el conocimiento y la sociedad. Con todas sus imperfecciones, estas estructuras superan al individuo y nos dan nuevas habilidades como grupo y especie, es la inteligencia de enjambre (una hormiga no es muy inteligente, pero un hormiguero sí que lo es). ¿Cómo, entonces, afrontar los retos actuales tan complejos? La biomimética es la aproximación que busca comprender mejor la naturaleza y armonizarnos con ella, de manera que la sociedad sea más armónica y sostenible con el medio ambiente. Nuevas construcciones sociales pueden contribuir a dicha integración, como es la misión del Biomimetic Sciences Institute (BSI) promovido por Pere Monràs y en el cual tengo el placer de asesorar y contribuir. Hay nuevos retos y oportunidades, como la posibilidad de modificar o modular nuestro cerebro aumentando nuestras capacidades y mejorando enfermedades del sistema nervioso que tanto sufrimiento producen (Enfermedad de Alzheimer o Parkinson, ictus, Esclerosis Múltiple, etc.). Actualmente ya contamos con tecnología para estimular el cerebro y queda en manos del ser humano saber usarla bien. Desde el BSI, el compromiso es liderar esta revolución humanística y científica para contribuir a mejorar nuestra sociedad y nuestro planeta.

Pablo Villoslada

Médico neurólogo. Profesor Asociado, Universidad de Stanford. Fundador y director científico/médico de Accure Therapeutics y Attune Neurosciences.

12 de Julio de 2021

Palo Alto, California, EE.UU.