El erudito Eduardo Scala, querido y admirado amigo, tuvo el amable detalle de obsequiarme un sello.
«Este sello tiene trece caracteres. Entendí que debía tener forma rectangular, similar al cuadrado, con giro a partir de la primera columna. Esto está manifestando la cuadratura del círculo (la circulatura del cuadrado). Seguimos leyendo en espejo, invertido, dando lugar a una suerte de espiral, sin serlo, y a una «o» que es un punto. Curiosamente, dicha «o» coincide con la «o» de arriba, organizando un metasello ajedrecístico que es un ocho, un infinito. También, abajo, Jorge tiene un aurum (AU), un interesante oro que, como intertexto debe ser entregado a exégesis. Igualmente, el origen catalán aparece en otro símbolo relacionado con el ocho, DAU (dado, en lengua catalana). Es, en definitiva, un sello muy bello y significativo, con un infinito y una circulatura del cuadrado que lo hacen precioso. ¡Bravo, querido Jorge!», sentenció Scala.
Estas creaciones del reconocido poeta visual madrileño se encuadran en su acercamiento al misticismo a través de la palabra.
Nuestro primer encuentro tuvo lugar en León, con motivo del Magistral de Ajedrez, durante el cual Scala fue protagonista de una exposición que tuvo como motivo representar las torres con un tamaño adecuado a su valor dentro del tablero, idea del poeta que obtuvo el aplauso generalizado de los expertos.
Nos hemos visto también en Córdoba en un encuentro trilateral con Fernando Arrabal y en Madrid, con motivo de la exposición que Scala comisarió en la Biblioteca Nacional de España (2018-2019) titulada «Ajedrez. Arte de silencio)».
Eduardo Scala es un amante del ajedrez, juego que ha estudiado más allá de los convencionalismos, escribiendo abundante obra poética centrada en el universo de las 64 casillas y siendo, entre otras cosas, responsable de la sección de ajedrez en el diario «La Razón».