Una de las cosas que más fascinan a los chinos que nos visitan es que, en Europa, muchas personas leen en los medios de transporte colectivos. Para nosotros forma parte de un paisaje al que estamos familiarizados, pero los tiempos avanzan contra esta costumbre. El teléfono móvil está ganando la batalla al libro (si es que no la ha ganado ya), un fenómeno que en Asia no admite discusión.

 

Versión digital del artículo publicado en papel

POR QUÉ MUCHOS EUROPEOS ACOSTUMBRAN A LEER

Por Jorge I. Aguadero Casado (5/marzo/2018)

 

Suena en el equipo compacto el clásico de Bruce Woolley “Video Killed the Radio Star” y, echando una mirada a los principios de los setenta del siglo pasado, uno se pregunta si el tiempo pasa más rápido de lo que podemos asimilar. Se lo digo porque, de igual manera que el video llegó con la fuerza de una tempestad que iba a derruir los cimentos de la radio, ahora es el libro el que puede flaquear ante la irrupción en nuestras vidas del smartphone. Algo cambia en la forma en que percibimos el mundo cuando las estructuras sólidas tiemblan y, del mismo modo en que la radio acompañó a nuestros mayores como una extensión natural de sus sentidos, el libro tradicional se asoma al abismo tras una eternidad formando parte del entorno al que estamos acostumbrados.

Este tipo de cambios se han dado en la historia con anterioridad, mas nunca con la velocidad actual. Valga como ejemplo la durabilidad de los aparatos electrónicos: en cinco años quedan obsoletos. Esto, una verdad aceptada con naturalidad por los jóvenes, a muchos nos produce inquietud: ¿de verdad necesitan cambiar de teléfono móvil cada temporada? El joven del siglo XXI se ha visto empujado a vivir en una sociedad del cambio que rompe con los valores que nos identifican con la tradición. Sus mentes moldeables corren el riesgo de instalarse en un continuo “aquí y ahora” del que no puedan escapar: la tecnología avanza más rápida que sus usuarios. Como un monstruo que devora a sus hijos.

El libro tradicional se encuentra en la actualidad en un entorno de consumo rápido y poca reflexión. Pese a ello, en los países europeos muchas personas mantienen el hábito de leer en el autobús o en el metro. Y España, en este sentido, no es una excepción. Nos gusta mucho leer, tal vez porque somos muy habladores y, en cierto modo, la lectura tiene el encanto de una conversación adaptada a nuestro ritmo. La imagen del adulto leyendo en el transporte sigue siendo un icono poderoso, es el último reducto del hombre libre frente a la rutina. El europeo, sumido en las páginas de una novela, vive las vidas que la existencia no le ha dado. Es nuestra manera de escapar de las obligaciones, como si fuésemos niños que disfrutan de un día sin escuela, aún sabiendo que debemos hacer lo que es debido. Especialmente en el metro, donde los trayectos son breves y unas pocas líneas de texto saben a gloria.

De hecho, el consorcio que rige el metro de Barcelona fomenta anualmente la lectura con certámenes de poesía entre sus usuarios. El objetivo es trabajar la relación entre estos y su entorno, incidiendo en cómo se concibe el transporte público en una ciudad cosmopolita para hacerla mas humana. El ciudadano que dedica su tiempo a leer practica la reflexión, una virtud esencial cuando hablamos del transporte diario de centenares de miles de personas. Con la reflexión y el pensamiento autónomo se cultiva la paciencia, clave para la convivencia en el angosto espacio de los vagones.

Muchas personas en China se preguntan si el hecho de que en ciudades como París y Moscú la gente lea el periódico en el autobús o en el metro es porque la cobertura de wifi es insuficiente. De hecho, esto es algo cuya comprensión requiere aclarar muchos matices. En primer lugar: la cobertura de wifi en Europa es similar a la China en ámbito urbano. Un poco peor, pero la diferencia no es significativa. Por lo tanto, que los europeos usen sus smartphones menos que los asiáticos responde a otro factores. Por otro lado, el número de europeos que leen prensa tradicional en el transporte público es inferior con respecto a lo que podía apreciarse en los años ochenta del siglo pasado. ¿A qué se debe eso? En mi opinión, a la masificación, a la gran oferta de ocio y al estrés laboral. Tengan en cuenta que las oleadas migratorias que ha recibido Europa han ocasionado, además del incremento de nuestra economía, un notable colapso de nuestros servicios de transporte colectivo. Hemos pasado de viajar con asientos vacíos a acostumbrarnos a ir de pie. En estas circunstancias, desplegar un periódico se hace incómodo. En cuanto a la oferta de ocio, los jóvenes tienen en sus teléfonos una avalancha de propuestas para ser jugadores casuales. Son juegos rápidos, de recompensa inmediata, diseñados para captar su atención en los breves intervalos de viaje suburbano con la finalidad de erosionar sus bolsillos a base de micropagos. En cuanto al estrés laboral, el trabajador usa la pantalla del smartphone para navegar a toda prisa entre las cabeceras de sus diarios de referencia. No se trata, la mayoría de las veces, de una lectura crítica de las noticias. Es un fenómeno análogo al de un niño atrapado en una tienda de golosinas: irá probando de aquí y de allá frenéticamente compulsivamente. Sin embargo, pese a lo anterior, bastantes europeos seguimos abriendo nuestros libros y periódicos cuando vamos al trabajo.

El placer de pasear la vista por el papel para dar cuerpo en la mente a las palabras es un fenómeno tan arraigado en nuestra cultura que es imposible desligarnos de ello. Los tiempos van cambiando, pero el espíritu europeo no está dispuesto a renunciar a disfrutar de la lectura tradicional. El libro electrónico y la pantalla del smartphone crecen de manera paralela a la existencia del libro tradicional, no contra él. Para sustituirlo deberían ser mucho más cómodos para nuestra vista y, ante todo, más cálidos para el corazón. Porque sumergirse en el papel no es hacerse con datos fríos, es fluir con esa información. El lector tradicional no quiere prisas, desea gozar de la pausa, aunque las modas nos empujen a vivir rápida y desapasionadamente.

Es sabido que los asiáticos aventajan a los europeos en el uso del smartphone. El teléfono hace tiempo que dejó de ser un instrumento para hacer llamadas: para los jóvenes asiáticos son más importantes su servicio de mensajería instantánea, los juegos, los mapas callejeros y la navegación por Internet. En cambio, para la mayoría de europeos sigue siendo, en esencia, un teléfono. También usamos los otros servicios, pero como añadido a las llamadas de voz. Y esto tiene su repercusión en los hábitos del día, a día. En concreto, en el hábito de leer. ¿Por qué creen ustedes que los jóvenes europeos son, en general, amantes de la lectura? El adulto lector fue primero un niño con acceso a libros. Como norma general, es inútil pretender que, de mayores, nos pongamos a leer si no lo hemos empezado a hacer en nuestra infancia. En Europa le prestamos mucha atención a esto. En el ámbito familiar y en la escuela fomentamos la lectura en los pequeños. La habitación de los niños, con frecuencia, está poblada de cómics, pues son el paso natural hacia lecturas más complejas. La educación tradicional en Europa exige que el niño tenga contacto con los clásicos universales. ¿Qué niño europeo no ha entrado en contacto con las obras de Jules Verne? El narrador francés nos enseñó a soñar, lo mismo para viajar de la Tierra a la Luna que recorriendo los fondos submarinos. Los Dumas, por ejemplo, nos llevaron a tiempos de mosqueteros y princesas. Stevenson, a surcar los océanos en barcos de piratas. London, a descubrir a nuestro mejor amigo en el perro que nos hace compañía. Y, así, hasta nunca acabar. ¿Recuerdan lo que nos decía Ende en su historia interminable? “Mientras un niño use la imaginación, existirá el reino de Fantasía”. Lo mismo sucede en la escuela, donde la biblioteca se concilia con la jornada escolar para que no se solapen. Cuesta, hay que admitirlo, encontrar el espacio de convivencia entre el tiempo de clases, los deberes escolares y la lectura, pero no sacrificamos la tercera por las dos primeras. En todo caso, la escuela tiene el deber de reforzar las ganas de leer, dedicando un tiempo semanal a la relajada. Después, con la adolescencia, al joven europeo van a seguirle lectura acompañando sus lecturas. Es frecuente, en ambiente universitario, la lectura ambientada en universos análogos al de El Señor de los Anillos. Las sagas, en muchos volúmenes, de magia y espada, acompañan a las lecturas más avanzadas. Ha hecho entrada, en ese momento, la Filosofía. Los sabios de la Grecia clásica han anidado en el corazón del joven y, de ahí, una forma de leer madura que nunca le va a abandonar. Por eso, aunque el smartphone está presente, en el momento presente no es una competencia real con respecto al libro tradicional en Europa.

De acuerdo con mi opinión, la convivencia del smartphone y de la prensa tradicional es posible. Sin embargo, va a depender en gran medida de cómo los jóvenes aprendan a usar sus dispositivos electrónicos. La persona que, en el autobús o en el metro, solo se asoma a la pantalla del smartphone, recibe una información fugaz y fragmentada, se convierte en un receptor pasivo. ¡Y es importante que sea consciente de este hecho! En comparación con ella, el lector de diarios en papel se relaciona con las noticias tomándose tiempo para hacer sus propias valoraciones, deleitándose con los artículos de opinión o mostrándose disconforme con ellos. Este tipo de profundidad que nos aporta el papel crea un espacio de reflexión que nos hace críticos. Se trata de acercarnos a la comprensión del mundo y a nosotros mismos, lo que es imposible si se hace de manera impulsiva. Esta capacidad de pensar con independencia hace que el lector del siglo XXI tome lo mejor de los valores heredados de sus predecesores y lo haga suyo, aportando luego su visión de las cosas a la sociedad moderna que ayuda a construir.

 

为什么更多欧洲人仍习惯读书?

音响里传来偶像布鲁斯.伍利的那首歌“视频杀死了广播明星”,再回看下上世纪初七十年代,每个人都会自问是否世界变化之快超出了我们的想象。我这样说,是因为就像视频如暴风雨般摧毁广播一样,现在是书籍面临我们的智能手机生活的突袭可能会节节败退。当固有的结构颤抖,我们感知世界的方式有所变化,就像广播对我们的长辈的意义,传统的书籍是我们生活不可或缺的一部分,但现在深渊边缘。

过去发生过这种变化,但从未如此快速。以电子设备的耐用性为例:五年后,它们已经过时。这是年轻人自然接受的真理,给我们很多担忧:他们每个时期真的需要换手机吗?二十一世纪的年轻人被迫生活在一个传统价值观被打破的变化的社会,他们可塑造的头脑总是不断应对着随时改变的“时刻”,这个风险他们无法逃脱:技术就像一个吞噬其孩子的怪物,进步的速度比用户快。

传统的书籍目前面临一个快速消费、反思不足的环境。尽管如此,在欧洲国家,许多人仍然保留着在公共汽车或地铁上阅读的习惯,西班牙也不例外。我们喜欢读书,也许是因为我们很健谈,在某种程度上,阅读具有适应我们节奏的对话的魅力。成年人在交通工具上阅读的画面仍然是一个强大的象征符,它是自由人面对日常生活的最后堡垒。沉浸在小说页面中的欧洲人,活在现实没有给他的生活中。这是我们逃避义务的方式,就如孩童时享受不上学的某天,尽管过后还得去学校。尤其是在地铁里,时间虽短暂但仅仅阅读几行文字也让人愉悦无比。

事实上,巴塞罗那地铁公司每年都组织乘客的阅读和诗歌比赛,旨在探讨地铁乘客和周围环境的关系,重点关注一个国际大都市的公共交通怎样更人性化的问题。那些把时间花在阅读的市民惯于思考,而思考是人类的一种基本美德,通过反思和自主思维可培养耐性,而耐性是在狭窄的车厢里和谐共处的关键。

很多中国人说,在巴黎、莫斯科,人们在地铁、公交上看书看报纸,是因为无线网络并没有覆盖。事实上,欧洲城市的WIFI覆盖和中国差别不大。因此,欧洲人智能手机的使用率低于亚洲人是由于其他因素。另一方面,在公共交通上看书看报的欧洲人比上世纪八十年代要少。为什么呢?在我看来,是由于公共交通比以前拥挤、大量的手机游戏和人们越来越大的工作压力。除了经济增长外,欧洲大量移民的涌入已经造成了我们公共运输服务的显著崩溃。我们已经从空座位旅行变成习惯于站立,此时,看书看报纸变得不舒服。至于手机游戏,作为业余玩家在手机上有无数的选择,它们是快速、直接的奖励游戏,旨在地铁旅行的短暂期间吸引你的关注侵蚀你的微支付账户。说到工作压力,职员们使用智能手机的触摸屏快速浏览杂志、报纸的文章标题,大多数时候这不是真正的阅读,这种现象类似于被困在糖果店的孩子在里面疯狂尝试的情形。但是,尽管如此,仍有相当多的欧洲人在前往上班途中坚持阅读。

通过纸张看文字给人带来的阅读快感是一种深深扎根于欧洲文化无法剥离的现象。时代在变,但欧洲精神不愿意放弃享受传统阅读。电子书和智能手机屏幕是和传统书籍并行发展的,不是对立的。如果它们要取代传统书籍,它们应该让我们的眼睛更加舒适,心脏更加温暖。因为阅读并不仅仅是沉浸于冷冰冰的资料中,是徜徉于知识的长河中。虽然时尚推动我们快速而冷静地生活,但传统的读者阅读时不着急,享受中间的停顿。

众所周知,亚洲人在使用智能手机方面领先欧洲人。对亚洲年轻人而言,手机早已不再是打电话的工具,更重要的是即时信息、游戏、导航及互联网浏览。相反,对于大多数欧洲人来说,手机本质上还是部电话,我们也使用其他功能,但仅作为语音电话的补充。这是长年累月的习惯的影响,具体来说,是阅读的习惯。为什么欧洲人都爱读书呢?那是因为我们从孩童时就开始阅读,通常来说,若不从小培养,成人后再要养成阅读习惯是很难的。在欧洲,我们非常重视这一点。无论在家里还是学校,我们都鼓励孩子阅读。在孩子的房间里通常都有漫画书,
因为它们是更复杂阅读的第一步。欧洲的传统教育要求孩子们接触经典作品。每位欧洲小孩都知道儒勒.凡尔纳的作品。他教会我们做梦,梦想从地球到月球的旅行,海底潜水艇里的旅行;大仲马的作品把我们带到火枪手和公主的时代; 史蒂文森的作品告诉我们乘坐海盗船航行大洋的故事。杰克.伦敦让我们知道狗是我们最好的朋友。还记得恩德在他无尽的故事中告诉我们的吗?“只要小孩有想象力,就有幻想王国”。学校也是这样,去图书馆阅读安排在学校的日程里,兼顾教学、作业和阅读不是容易的事,但我们不会为了教学和作业牺牲阅读。在任何情况下,学校都有责任增强孩子阅读的欲望,大多数学校每周都会安排时间给孩子自由阅读。就这样,欧洲人养成了阅读的习惯。在大学里他们开始阅读哲学类的书籍,开始深入地思考,当他们成人后,古希腊的圣人已经植根其心,阅读已是其生活不可缺少的部分。因此,欧洲人不会放弃手中的书籍,痴迷于手机。

我认为,智能手机和传统媒介是可能共存的。但是,这在很大程度上取决于年轻人如何学习使用电子设备。人们在巴士或地铁里,通过智能手机的屏幕,收到瞬间、零碎的信息,只能成为一个被动的接受者。重要的是智能手机的使用者要知道这一点!与此相比,纸媒的读者花时间阅读、思考,享受和文章观点相同或相左的愉悦,这个过程让我们理解世界和我们自己,而这一切是不可能匆忙完成的。这种独立思考的能力使二十一世纪的读者能够充分利用前人留下的精神财富,去其糟粕,留其精华,为己所用,并将其贡献给现代社会。